PERIODICO LIBERAL PRECIOS DE SUSCRIPCION Ea Pontevedra; un Tries, mm pristes».— -Fu'Ta IfO |t«M«et«>»_ y.l trimestre adelantadas.— Ultramar y extranjero, trimestre liili«ve Cadi mano de 25 números pr-ra los rendedores ripu«'!ni« adelantados. L>, Correspondencia al director del periódico, X ACCION Y ÁDMí GALLE DE RIESTRA 38 Jueves 29 de Septiembre de 1898 ANUNCIOS En tercera ó cuarta plana » y lf> cénílmos respectivamente, según sea. sencilla ó doble. Comunicados y reclamos eéafltt»©» línea seacilla. Esquelas de defunción tamaño corriente 5 pesólas en media rdana Sílt !fíesn. mm 4.258 i ElPitW ÍE Sil Dice un periódico que los amigos . joS generales Linares y Toral £ ciué cuando se firnó la caoitulación de Santiago se carecía por completo de víveres y tan crítica era la situación, que ni siquiera había alimentos para los enfermos. £1 día 16 de Julio, fecha en que se firmó la capitulación, comunicó el oenerai Toral á Shafter la verdadera situación de las defensas de Santiago, prometiéndole el general en jefe del ejército norteamericano que al siguiente día le enviaría víveres v medicamentos necesarios. Como no los enviara el día 17, el director del hospital de Sandago, viendo que eran las dos de la tarde y los enfermos no habían probado alimentos, se presentó á Shafter y le rogó que enviará lo prometido. El general Shafter le contestó que enviaría los víveres cumpliéndolo acto continuo. Respecto al estado en que regresan los enfermos de Santiago, se ha dicho que el día que visitó el general Toral el hospital para informarse personalmente de como se encontraban para disponer los que debían ser repatriados primeramente, fueron muy pocos los soldados que permanecieron inmóviles, y en su mayoría se levantaron todos repentinamente al saber el cometido que llevaba el peñera! Toral. Soldados cuyo estado no podía ser más grave, pedían á éste que, encontrándose en disposición de embrear, fueran repatriados. El general Linares tiene empeño en que se le residencia y no se oculta para manifestar que acepta toda ^ res jonsabílidad de la rendición. casi siempre indicio del principio de una enfermedad general, y se obrará prudentemente consultando al facultativo. ^ Este mismo dolor, pero sin fiebre ni vahídos, proviene muchas veces de trastornos pulmonares. Los dolores frecuentes en el occipucio para indicar el principio de una enfermedad del hígado; en este caso se obtendrá pronto alivio mediante mucho ejercicio. i* Los dolores punzates experimentadas en ambas sienes provienen comunmente da pobreza de la sangre, mientras que el dolor intenso en una sola sien indica un alto grado de nerviosidad, y se alivia mediante algunas horas de reposo en un sitio tranquilo y oscuro. Sí el dolor se estaciona en el centro de la cabeza, produción la sensación de llevar un peso de plomo encima del cráneo, puede calcularse con seguridad que la causa es un exceso de trabajo intelectual. En tal caso se recomiendan la reducción del trabajo, la vida al aire liibre y una alimentación fortificante. Si los dolores se presentan á cortos intervalos recorriendo toda la cabeza, entonces son de origen reumáticos, producidos por enfriamientos ó corrientes de aire. Su único remedio consistirá en el desarrollo de calor ya sea por medio de envoltorios ó mediante un baño ruso. EN BROMA habido es que no existe ningún Poderoso remedio universal para ^mbatir los dolores de cabeza, asta Reacia tan frecuente y extendida, por ser sus causas sumamente variadas, Por esta razón solo cabe determi- nar su significación y el modo como manifiestan sus diferentes es- l^cies. Así lo ha hecho un profesor Ú ia fínica universitaria de Lóa- ^ en un artículo publicado en sus «tiáles Cuando se experimenta cierta pec. - ? desagradable en la frente, envma ^e los ojos, acompañada de 1? lc\os y falta de apetito, es señal ler el estómago súcio, en cuyo de tcne¡ caso el mejer remedio lo constituyen M os pocos días de ayuno 1 3^ sufre un doler muy vivo en I ^te, acompañado de fiebre; es Vivimos en un mundo de errores. Uno de los más lamentables es el creer que los amigos son útiles. Todo lo contrario. El amigo es más pe -judicial que necesario. Es un agente de policía que, válido de su amistad, se introduce en vuestro gabinete, en vuestro despacho y hasta en vuestra alcoba. Es peor todavía porq le no necesita mandamiento judicial: entra cuando le dá la p-ana, sorprendiéndoos, á veces, en íntimas expansiones de familia. .jSabe lo que comemos, l® que tenemos y lo que pensamos. Conoce nuestros más íntimos secretos, de los que se aprovecha, sin escrúpulo de ninguna clase, para sus fines particulares. «No hay peor enemigo^ que un amicro>. Esto no sé si lo dijo Hipócrates ó Carlos V., pero es una verdad como un puño. Hay obligación de agasajarle y darle gusto en todo, por qué smo nuestras faltas— que él conoce perfectamente —serán armas mortíferas que esgrimirá contra nosotros, cuando mejor le plazca. Un amigo es un constante espía contra el cual debemos estar siem - preparados. Y no es que yo niegue la amistad. No señor. La amistad verdad sería una cosa muy santa, pero tal cual la practicamos y entendemos hoy, no existe. Y si alguien duda de que no sea cierto lo que digo, voy á demostrarlo con ejemplos, que tal vez parecerán exagerados á algunos seres sencillos. Teñe s novia —nadie está libre de tener un mal pensamiento —y enseguida el amigo la hablará en un baile ó en un paseo. Vosotros consentís gustosos por qué «quien sospecha de un amigo» y además creéis que esas conv :;rsaciones serán beneficiosas para vuestros amores. Os engañáis como unos chinos. A. los pocos días recibís todas vuestras cartas, acompañadas de los indispensables pensamientos disecados y demás verduras de la estación. —¿Qué pasó aquí?—- exclamareis tirándoos de los pelos de la cabeza, que es la mayor señal de desesperaración. Pues que el amigo en vez de enaltecer vuestras cualidades^ con tó algunos trapícheos que, en el seno de la amistad, habíais tenido á bien confiarle. Pretendéis un acta de diputado — hoy están al alcance de todas las inteligencias — y, como es natural, os dirigís al cacique amigo que os dá palabra formal de encasillaros en obsequio á los buenos servicios prestados al partido. Pero no contais con la huéspeda que, en forma de amigo, se presenta enfrente y os derrota. Nada más justo. De la adhesión vuestra está bien seguro el cicique, de la del otro no; es muy razonable que hagáis el papel de víctimas y os «sacrifiquéis por un nuevo amigo». Si por una de esas desgracias de lo vida, tenéis necesidad de meteros en manos de la curia, bien por un pleito, bien por una causa criminal, podéis tener la completa seguridad de que, si son amigos, saldréis condenados y con las manos en la cabeza. El juez que, dicho sea de paso, os cree incapaces de cometer una mala acción, vé en peligro su reputación de hombre imparcial y con harto dolor de su corazón os condena. El abogado defensor es tanto el cariño que os profesa y tanta la pena que le embarga por veros sentados en el banquüio, que los sollozos le impi den hablar y se desconcierta por compleno. El escribano y el procurador os quieren también mucho. Vuestro recuerdo les hace llenar de borrones y disparates los pliegos de papel de oficio, por cuya razón pagareis más costas que de ordinario! Estos casos, y otros que me callo, son los que se relacionan con la tranquilidad y felicidad del individuo. Hay otros que atañen directamente al bolsillo. Pruebas al canto: Vamos á un comercio de un amigo; pedimos precios x de varios artículos y nos los dan más altos que las nubes. Pagamos sin regat- ar porqué «nonos va á engañar un amigo», mientras el hortera se queda diciendo para sus adentros: «con los amigos se vive». Cuando menos lo pensamos vemos aparecer por nuestra puerta un caballero, su señora, acompañamiento de niños, perros y maletas que, echándonos los brazos al cuello exclama: jOia, chico!— aquí venimos á pasar unos dos meses en tu compañía, porqué las criaturas necesitan baños de mar. No he tenido inconveniente en venir á molestarte sabiendo la antigua amistad qu8 nos une. «Los amigos son para las ocasiones » Un amigo os detiene en la calle y con la mayor frescura del mundo os pide cinco duros. Ante un ataque tan expontáneo no encontráis quites con que parar el golpe y obtais por dárselos, — -no el golpe, que bien lo merecía, sino los cuartos.-— Un apretón de manos y un «hoy mí, mañana por tí» será el premio que recibiréis á vuestra esplendidez. Mandáis á componer unas botinas, un sombrero ó cualquier otra prenda. Tened la certidumbre de que, si el zapatero y el sombrerero son amigos, podéis esperar á que las botas vengan por su pié y el sombrero por los aires. La última compostura será la vuestra «El amigo bien puede esperar.» dirá el comerciante con aire sentencioso. Convengamos, pues, en que los amigos no sirven para nada. Cuando podemos serles útiles vienen con la consabida muletilla de que «para algo han de servir, los amigos > Nos dan mal de comer escudados en que «á los amigos debe cratars ,' con franqueza. » Nos cuentan sus penas y desdi chas por qué nada mejor que