S u e v ¡ a Revista Ilustrada ANO II HABANA, 23 DE JUNIO DE 1912 NUM. 19 LAS MURALLAS DE LUGO ingun extranjero ha visitado la ciudad lucense que no conserve un gratísimo recu-rdo de ella. Y es que allí, ante los muros elevados de sus murallas, cubiertos de viejo musgo y serpeadoras yedras, contemplando el horizonte vastísimo que se dilata sobre sierras escarpadas y praderías inmensas, se remonta la imajinación á otros tiempos de recordación eterna. Y por las naturales analogías de las cosas, de las edades y délos hombres, vense aparecer, como evocados por el Genio de la guerra, aquellos famosos monumentos ciclópeos de la antigüedad con sus enormes moles de cantería ofreciendo el aspecto fantástico de las caravanas encantadas. Los muros de Tirinto, las famosas torres de Atreo, los antiquísimos castillos de Atenas, la como Murguía, Vicetto, Villaamil, Ceán Bermúdez y Bartolomé Teijeiro; lo afirman las inscripciones que en ella se han encontrado y que han sido recientemente incrustadas en los lienzos que dominan la pintoresca Ronda del Carmen, y lo corroboran ciertas monedas que la casualidad descubrió al ejecutar el derribo de algunos cubos. Haría falta poseer un espíritu ajeno á toda noción y refractario átodo acto espontáneo del sentimiento, para no experimentar ante las muralla ; de lyUgo cierta emoción íntima, cierto recogimiento secreto en el alma. Sólo un escéptico pmde dejar de ver en sus muros, impresos con huella ; imborrables de sangre humana las figuras de Muza y de Tarif , llorando la derrota de sus ejércitos frente á las mismas puertas de la heróica ciudad, Sólo un corazón de estatua, que dé sus pal- Vista de la parte que da al atrio grande de la Catedral muralla pelásgica de Delfos, déjanse adivinar mirando la monstruosa fortaleza que rodea á la vieja ciudad sacramental. la muralla de lingo desarrolla una longitud de 2,126 metros; y de tal suerte están combinados los materiales/ que en su construción se emplearon, que háfta á la acción destructora de la pólvora parecen resistirse. De que su origen es eminentemente romano no puede existir la menor duda. Lo declaran con su fallo autorizado arqueólogos tan notables pitaciones en medio de un mar de hielo, puede olvidar el estruendo pavoroso de las lanzas suevas, estrellando sus puntas afiladas contra los graníticos muros de la fortificación lucense, y las imprecaciones feroces de Hermenerico I, el temido león de los bosques escandinavos, derrotado y vencido por los bravos defensores de la amurallada plaza. De esta fecha sangrienta, datan las primeras modificaciones que empezaron á cambiar el carácter primitivo de la antigua fortaleza romana.