AÍTO XVI DIARIO LUGO XtVL 10.436 Viérnes 10 de NoviemlJre 1S99 e un diálogo Lo aosteniau con bastaato auimacíóq úos personas ilú iroportaucia cd la política provincial. Y uua do elias roprochaba á los liboralus por demasiado exigentes, calificando con duroza h ludia que librau para la vicopresidencia de la Comisión. Si viviéramos en la Mongolia, ó si fueran todos desmomoriados, cabria hacer aquolia afirmación, para embaucar a los tontos; pero no juzgándonos así á todos, ni so osptica el cargo queá nuestros amigos so quiero hacer, ni menos so concibo que lo formule persona discreta y do iluatrsoióa; cualidades que adornan sin duda á Is qao sorprendí oíos en el diálogo deque recogemos aquél concepto. Eü las luchas políticas siempre 03 admitido que los distintos partidos so dispu ten, en lid franca y noble, todos aquellos cargos que tienen política significación. La prudencia aconseja, da ordinario, no acometer empresas de esta índole cuando no se cuenta con medios bastantes para quedar á mediana altura, aün en la derrota; porque un ruidoso fracaso, debido á la temeridad y ú inmoderadas provocaciones, suelo perjudicar á Ja parcialidad que lo sufre y es causa de desmoralización. Pero sin lucha no se concibo la vida de los partidos; y eu muchas ocasiones convieue ir á ellas, aunque haya ol convencimiento do !a derrota, para que todos adquieran el hábito preciso á arrostrar toda oíase dñ dificultados f único medio de formar organismos fuertes) , para que lo* parciales demuestren su adhesión al jefe y su entusiasmo por los ideales (medio seguro de conocer la corrección y la lealtad do !os aliados, y de afianzar la organización), y para ver, en suma, el proceder do propios y extraños, porque estos son los necesarios elementos para decidir do la futura suerte de la agrupación y apreciar ¡os deberes que hayan de llenarse con las contrarias. Nadie se atreverá anegar carácter y significación política á la vicepresidencia, sobre todo en su elección; y oadie se esplicará, por consiguiente, la frase que oiraos de labios de un conspí • cuo. Sien la vida do los partidos lucenses se hubieran establecido convencionales é inadmisibles turnos, ó si las mutuas consideraciones les hubiesen llevado á benevolencias y concesiones determinadas, podría haberlugar á exigir o! cumplímionto do !a convención ó la reciprocidad de conducta. Pero aquí no nos hallamos en ninguno de estos casos, cual demuestran elocuentemeato recieotisimos hechos. Hace un año, al constituirse la Diputación, en plena situación liberal, se Levaron los conservadores todos los cargos y fueron tan descorteses con nuestros amigos que apooas les dieron participación en las comisiones interiores. No hemos de evocar otros recuerdos, porque es del dominio público cuanto pudiéramos decir á este respecto y porque aquél basta á nuestros fines. Procedieron así los conservadores oí año último porque tenían modíos para ello. Hoy estamos todos on nuestro lugar sosteniendo candidaturas contrarias. Y mañana, seguiremos nosotros en nuestros puestos, haciendo cuanto nos sea dablo y fuere procedente, y los conservadores continuarán como Dios ¡es dé á entender y quieran. Pero hoy, todos somos correctísimos en la actual lucha. Reconozcámoslo palaainamonto y hagámonos justicia. Las clasos pasivas Discurso pronunciado en el Congreso de Diputados por el excelentísimo Sr. D. Segismundo Moret en la sesión del lunes tíltimo. «Si mo fuera lícito, soüores diputa dos, renunciar la palabra, lo haría; poro después do las alusiones, eiceaivamento benévolas, del Sr. Canalejas, tan bo, nevólas, que si yo, do tantos aáoa no le cooociera y estimase, bubisra dudado si sus elogios frisaban ou la ironía; mi posición en el debate no es, en realidad, la de un diputado, sino la de un relator que da cuenta do un asunto, y ou materia tan gravo, en punto on que las o pinionesaparecenaquídivididas, cuando sería tanto más de desear que llagáramos á un completo acuerdo, cuanto que aun con eso acuerdo unánime, nos seria difícil llevar á cabo la operación á que el proyecto so refiero, yo no puedo permanecer callado. Yo siento que mi posioión en el debata esté ¡ojos de ser la posición dosahogada del diputado áque aludía el señor Canalejas, que no tiene que atender á más consideracioues que á los dictados de au conciencia, ni que cumplir otra misión que la de decir la verdad tal como él la comprende; pero no puedo desertar de mi puesto. La casualidad ha hecho que desde haca muchos aflos, más do los que yo quisiera, mo haya dedicado á estudiar ostas cuostiones y sobre ellas haya escrito on la prensa, haya sostenido discusiones on todas partes y haya procurado iufluir on los Consejos de miaistros en forma y manera que, refirióndome á esos antecedentes, el señor ministro de Hacienda ha podido atribuirme cierta responsabilidad, quo yo acepto, por haber traido eaas ideas á la vida pública. Por este conjunto de circunstancias, no puedo dejar pasar este debate sin hacer, respecto del proyecto puesto á discusión, las indicaciones que entiendo necesarias, y sin someter al ilustrado juicio do su autor algunas deficiencias que creo existen en el proyecto. Todo lo que he decir sobre este proyecto es una consecuencia de los principios que quizá hemos defendido todos, que yo he defendido respecto á la reforma de ¡os servioios y i la reducción del presupuesto. Estamos empe&ados, señores diputados, en una obra de las más difíciles, en una empresa política que yo llamaría de artos financieras, porque consisto, no sólo en hacer supresiones, en discurrir economías, en buscar cifras que puedan rebajarse, sino al mismo tiempo en otra cosa más difícil, en hacer muchas más cosas con los mismos recursos de que podemos disponer, de manera que los sacrificios se disminuyan para no hacer más que lo indispensable, practioando el gran principio de la ciencia financiera que consiste en administrar bien y de tal suerte, que un céntimo que se pida al país redunde en su propio beneficio; y á esto nos lleva, no sólo la situación á quo hemos venido por los amargos trances y terribles desgracias del último afio, sino ol déficit constante del presupuesto, déficit ocasionado tatnbión por la involucración de cuestiones políticas dentro de la ¡Administración, y por una serie de vicios y corrugólas que hay en nuestro sistema financiero, hasta que ha llegado un momeutoen quo ya no hay más remedio que encontrarse frente al dilema de la esfinge: O acertar ó perecer. O hacemos un presupuesto sin déficit, ó levantamos el créaito público y damos garantías á todo el mundo de que somos un pueblo capaz do administrarse y con habilidad suficiente para, con los recursos que tenemos, salir de la difícil situación económica en que nos hallamos, ó... Prefiero hacer puntos suspousívos, señor presidente, á decir el segundo término del dilema. Pues bien, en los principios ó eu las realas que todos hornos aceptado da común acuerdo, está el transformar los gastos de tal suerte, quo podamos salir del momento presente, aunque no hagamos eu las cifras una verdadera disminución. ' ¿Qué os loque ha sucedido con el arreglo do la Doada pública que hemos votado, y quo ha producido — no hay por qué regatearlo— un excelente efecto en el extranjero. Pues lo que hemos hecho, señores diputados, es conservar la misma Deuda que teníamos, aumentarla hasta cierto panto, por haber convertido las ¡ ' anualidades déla amortización en un i aumento doí capital; no hemos alterado i en nada lo que debíamos á nuestros ¡ acreedores; lo que hemos hecho es pa; garen más años, pagar á perpetuidad ' lo que antea sólo durante el período de | amortización teníamos que satisfacer. ¡ ¿Es que esta no es nna economía? ¿Es ¡ que raalmeuto la cuestión de palabras altora aquí el sentido, el fondo de la cosa? No, señorea diputados; prestadme un momento de atención y veréis las consecuencias que se deducen de esta cuestión de tiempo, que con una comparación os diré es tan profundamente esencial en asuntos de Hacienda, como lo es en la vida del cuerpo humano. Ved á un enfermo bajo la acción de una fiebre terrible que va incendiando su sangre; el termómetro marca el grado 42, y el módico observa que si aquello continúa el enfermo se muera. ¿Qué indica la terapéutica en aquel instante? Ganar tiempo y mantener las fuerzas; las fuerzas producen la salud, y la salud es la vida. Nosotros, ¿áqué tenemos que atender en primer lugar? A evitar . el déficit, que cuesta más que la cantij dad quo se paga por él. Con él llegan | al seis, al siete y al ocho las deudas que | estaban al tres y al cuatro; se va vai ciando la Hacienda como el tonel de las í Donaides, y cuando queremos volverla \ vista atrás el déficit ha hecho imposible | la regeneración de la Hacienda. ; Pero es que, á medida que con los i aplazamientos se disminuye ei valor I del dinero, 'y se puede, por medio de I conversiones ó de operaciones de oró! dito, beneficiar la situación de la Hacienda y, por tanto, la situación del país. Porque así como se comprometa su porvenir ai aumenta el déficit, por este otro camino puede ir pagando sus obligaciones, y poco á poco se conseguirá alcanzar una situación normal y relativamente desahogada. ¿No es verdad, señor ministro de Hacienda; no es verdad que si so. señoría, con el transcurso del tiempo, continuando en el Ministerio, como yo particularmente desearía que continuara, se encontrase con una Deuda que estuviera por encima de la par, podría reducir el intarés de esa Deuda, por medio de. con versiones, en ciento cinouecta ó en doscientos millones? i ¡Podemos hacer uso de ¡a Deuda al 63 por 100? Necesitamos levantar poco á poco el crédito público, y una de las maneras de hacerlo es la repartición de ; las cargas de la Deuda cu cierto número de años. Clases pasivas. Lo destinado & ellas es una oarga perpetua puesca en el presupuesto; perpetua, ñjáos bien, porque | las cosas van de manera, do sólo en este país, sino en todos los países, que se va aumentando la carga y es preciso detener esa avalancha y cortar por lo sano. Esta es mi creencia, y yo he dicho siempre que la única manera de hacerlo es una transformación on el servicio, fundada en dos bases: liquidar el pasado y croar un nuevo sistema para pagar en el porvenir. El señor ministro de Hacienda liquida el pasado por medio del proyecto de iey para las Clases pasivas civiles, y prepara el porvenir de ¡a manera que indica en el art. 2.", que es una promesa que ha querido fijar en el texto de la ley mejor quo en el preámbulo donde quizá bastaba, para hacer saber á las clases civiles que tendrán un sistema nuevo. Quizá oontiane demasiadas disposiciones este proyecto, del que voy á hacer un análisis examinándolas una á una, si puedo hacerlo con la concisión suficiente para que á estas horas podáis escucharme sin gran molestia unos cuantos minutos que necesito para desenvolver mi tema. EL art. 1." dice: «No adquirirán ni causarán derecho á haber pasivo ni á pensión de ninguna clase, los funcionarios del ordea civil que ingresen en el servioiodel Estado después de promulgada la presente ley.» La declaración os terminante; así la concibo. El art. 2." dice: incluyendo en él el adjetivo civiles, como se atenderá en al porvenir á los servidores dei Estado. ■ La primera observación qua á esto se ha hecho es de mi digno amigo el señor Pí y Msrg-ail. S. S. aatienda ^«eesa función de mirar por el porvenir de los empleados no corresposde al Estado, que no es su tutor ni su curador, y c¡ue hay que dejar eso ála propia iniciativa de los empleados. Repito, como ya dije en alguna sesión anterior, que mees muy simpática la idea del Sr. Pí y Margal!, pero que no puedo recomendarla para España en los momentos actuales, y voy á dar la razón. El mundo so mueve en dirección distinta que antos, porque hoy, después de la creación de las Compañías de Seguros y de la aplicación del interés compuesto á los ahorros de los individuos, la lendoncia es ¿asegurar la vida para el porvenir. En un estado distinto del nnestro, podría aplicarse ese medio de! seguro. En algunos pueblos da la nueva América, es una condición casi esencial para la celebración de los matrimonios que el esposo haga ála esposa, así como ia antigua arra do los galos, la donación de una póliza de seguros sobre la vida. El mismo Sr. Pí y Margall, cuya autoridad invoco siempre, y más en este asunto, nos decía que por qué 00 pensaba el Gobierno en atender á los obreros desvalidos, á aquéllos que nos mantienen, nos calzan y nos visten. El Sr. Pí y Margall, que está en la corriente de las ideas dei mundo modorno, deoía esto que yo os indico. Hay otra razón; si los empleados es-_ pañoles estuvieran bien pagados ; si pudiéramos lograr que se les pagara de una manera suficiente, yo consentiría con el Sr, Pi y Margall una proposición en ese sentido; pero podemos decir seriamonte á un empleado, que á fuerza de años llega al final de su carrera y reúne un sueldo regulador, no te quedará nada para ti ni para tu familia. ¿Quién ha asistido al entierro de un magistrado del Tribunal Supremo ó de algún alto funcionario de la Administración civíl, y al entrar en la casa para acompañar el cadáver no ha visto qua tras del que se iba no quedaba más que pobreza, iesnudez, frío y desamparo? ¿Como decir á esos desgraciados empleados de la Administración civil, que tantos aüos han estado entregados al movimiento de las pasiones políticas, que han tenido que pasar por tantas humillaciones y perder tantos grados de carácter moral para sostenerse en sus destinos; cómo decirles, cuando os inutilicéis, no tendréis sueldo suficiente para que podáis hacer economías? La tesis del Sr. Pí y Margall supone, y ai eso fuera exacto tendría mucha razón, que el empleado puede ahorrar, y cuando ahorra no necesita de tutela. ¿Le podemos dar lo suficiente para quo ahorre? No. Pues no hay más remedio que no dejarlo desamparado en lo porvenir. Algo quisiera yo decir sobre la indicación del proyecto y las palabras del señor tninistro de Hacienda de! otro día, respecto de la baja de pensiones para el porvenir. El proyecto vendrá aquí, J como á mi no me gusta involucrar cuestiones, bástame decir que yo reservo mi pensamiento para cuando ese proyecto me permita expresarlo. Sólo indicaré que cnanto más voluntaria sea la cantidad que deje el empleado y cuantas más facilidades se den para el reintegro, imitando en eso la ley inglesa, hasta llegar á ta capitalización de la pensión, tanto más nos acercamos al ideal del Sr. Pí y Margall y mejor será su administración. Voy á la segunda objeción, objeción hecha por los Sres. Pí y Margall y Canalejas. Sólo se va á aplicar el principio de la liquidación de lo pasada á los empleados civiles, no álos militares. Y contesta el señor ministro de Hacienda: Es que el arreglo délas pensiones militares obedece á otras reglas, á principios distintos que el de los empleados civiles. Es verdad; así está en todos loa países. Italia así lo tiene legislado; Francia legisló en 1832 sobre pensiones militares, é Inglaterra tiene dos legislaciones distintas. Y no es esto una razón de imitación; es que realmente la vida militar y el servicio militar al Estado es distinto del servicio civil. Yo quisiera que todos vosotros, y ospeoialíuente loa jóvenes, habiérais