PONTEVEDRA PERIODICO LIBERAL Año XV PRECiOS DE SUSCRIPCIÓN En Pontevedra; nn mes. un» ppaeía.— Fa^ra eo«|*-o pfttaeta!* &1 trimestre adelantadas.— Ultramar y extranjero, trimestre nueve p«M«tji«. Cadt man"> de 25 números para los Tendedores, 7í> oíniíiu»-- adelantados. Li Correspondencia al director del periódic\ REDACCION Y AríflON.. CALLE DE RIESTRA 38 Lünes 27 de Junio de 1898 ANUNCIOS En tercera 6 cuarta plana *> y IO céntimos res pectivamente. según sea, sencilla* ó doble. Comunicados y reclamos !©» cénllmos línea sen cilla. Esquelas de defunción tamaño corriente 9 pélelas ne media plana ÍÍO Idem. Nüm 4.192 POR LA PAZ Ya sabemos lo que es ja guerra. Más aún: empezamos á saber, muy ácosta de nuestra propia sangre, que es la guerra con una potencia extranjera; porque acostumbrados aquí á destrozarnos mutuamente, se nos ha olvidado por completo, ó cuando menos? muy cerca del olvido. Las Cortes se han cerrado ó van á cerrarse... ¡Tal vez hubiera sido mejor que no se hubieran abierto!... Porque, aunque nos duela y seamos acérrimos partidarios del sistema representativo ¿qué hemos conseguido...? Firmemente creemos que nada, excepción sea hecha de enterar al enemigo de nuestras flaquezas. Hay responsabilidades tremendas que exigir... ¿pero es ahora el momento oportuno? Nó, y mil veces nó. La misión del patriotismo, es hoy por hoy identificarse al actual Gobierno, que habrá tal vez errado; pero se encontró con precedentes y hechos consumados cuyos efectos no ha podido ni era factible destruir ya. Dificil es gobernar bien. En las actuales circunstancias es rayano en lo imposible gobernar y mucho menos dar gusto á todos. ¿Cómo hemos ido á la guerra? Cánovas se ha llevado gran parte del secreto á la tumba. El pueblo, los adversarios de esa figura lúgubre á quien el Todopoderoso ha debido tomar estrechísima cuenta, han visto en esa política complacencias y equivocaciones; obstruccionismos y excesiva confianza; indecisión y temeridad; inexplicables recelos y pueriles escrúpulos. Hay grandes responsabilidades que exigir.... ¿quién puede dudarlo?... Pero ¿ha llegado el momento? ¡Calma, señores!.... Reñir descomunales batallas cuando el enemigo nos ataca, es favorecer 'jus planes y designios; y es axiomático que una nación dividida, se halla á merced del enemigo esterior. Tres ó más años de costosísima guerra en lejanos países, tienen á España quebrantada y aniquilados, por de pronto, sus recursos. Que haya un ejército brillante, no es suficiente. Que en Cuba tengamos cien mil hombres curtidos en el combate incesante y continuo, no significan nada si los víveres y municiones empiezan á escasear. Marina, ese elemento principal que hubiera hecho respetar nuestro poder, tenemos muy poca. ¿Cómo ayudar á nuestro ejército en el caso de empezar la escasez, cosa que no es inverosímil, y que muy bien puede suceder en el plazo de un mes? El soldado necesita comer. El soldado, sin municiones, es un hombre indefenso. Su valor, sin hiperbólica exageración, es completamente nulo en llegando este trance. Antes que llegue, pensemos en la paz. Pensemos en salvar la Patria de una segura catástrofe. - Pensemos salvar á tanto y tanto soldado de una muerte segura... ¡Hijos del alma!... Solo ellos son los que pagan con la vida los desaciertos, los descuidos y las complacencias. Hagamos la paz, que aún es tiempo de salvar muchas vidas y muchos carísimos intereses. Pero la paz no la fiemos á manos agenas. — ^No fiemos nada á las grandes potencias, que esto ha sido algo que nos ha perjudicado. La cruel conducta observada con Grecia y la humillante pasividad con que ven nuestra desgracia, debe decirnos algo. Somos el pueblo más inocente del mundo. Viene cualquier suelto en el periódico A ó B, (francés, alemán, italiano etc.): cLa hidalga y valerosa nación española...» Oh!... ¡todas las simpatías de Eurppa están con rosotros!... Alemania no consentirá que nos despojen... Tienen en Filipinas, ingleses y alemanes intereses muy valiosos, y no es posible que permitan pasen al dominio yankee... ¡Inocente, infantil modo de pensar!... Todos esos amigos 'nuestros hace años que sueñan con la posesión de Filipinas. La Europa entera asiste impasible á nuestro duelo sin ayudarnos en nada... Cada cual piensa en lo que puede sacar del reparto de nuestro imperio colonial. Aquí vienen todos á chuparnos la sangre y después nos vuelven la espalda. Lo que ha pasado con Grecia, debió servirnos de lección ¡Fiemos en nosotros solamente!.... Vivimos hoy en la más espantosa soledad. Por eso no nos cansaremos de aconsejar la calma, la unión y el patriotismo. Antes que todos los intereses, está la Patria. Todo, ante la salvación de la Patria, debe parecer pequeño. Agrupémonos hoy en torno de nuestro Gobierno, prestándole incondicional apoyo. Ese es nuestro deber ante la invasión extrangera. Aprovechemos los primeros acontecimientos para hacer la paz, que aún se puede hacer con relativas ventajas. ; El nombre de la Patria, alienta nuestra tosca y mal cortada pluma. Nosotros aquí no corremos ningún peligro. Si no hay grandes recursos para continuar la guerra ¿hemos de ver impasibles como se sacrifica inútilmente nuestro ejército, sin gloria para nadie, bajo el ardiente sol de los trópicos? ¡La paz!.... ¡¡Viva la pazl! CIRILO SÁNCHEZ Y LÓPEZ. DIAZ DE RÁBAGO La familia del distinguido gallego queencabeza estaslíneas acaba de sufrir un nuevo y doloroso golpe en la herida abierta ya hace algunos años por tantas y tan abrumadoras desgracias. Antonio Diaz de Rábago, el joven diputado por Cambados, ha fallecido en la Puebla del Caramiñal, víctima de una dolench larga y penosa que hace tiempo venía minando su existencia. Hombre de singulares talentos, de grandes aficiones al estudio y sintiendo en el alma vivos amores por Galicia, Antonio Diaz de Rábago representaba para esta región una esperanza legítima. A lado de su ilustre padre, gloria escondida de España, había fortificado su privilegiada inteligencia con bastos estudios políticos y económicos. Antonio Diazde Rábago representabaahorapor segundavezen lasCortes el distrito de Cambados. Liberal convencido, ha seguido siempre las inspiraciones políticas del Sr. Montero Rios, al cual profesaba entrañable afecto. Nosotros hacemos presente á la distinguida familia del Sr. Diaz de Rábago el testimonio de la pena que nos produce esta nueva desventura. UN SUICIDA Aquella noche, el «Salón del Ajedrez», pieza la más céntrica del círculo H, estaba más animado que nunca. Hacía rato que los asiduos concurrentes discutían sobre diversos puntos, recayendo por último la conversación sobre el decantado tema del suicidio. Cada uno emitió su parecer; los más castigando al que atenta contra su vida: empero cuando éstos se creían triunfantes, un sujeto de avanzada edad y contriscado espíritu se levantó del asiento que ocupaba, diciendo en un tono taciturno: — El suicida, señores, á mi ver, es un sér superior á los demás. Nadie se mata sin una causa que lo justifique... ¿Ustedes creen que si yo tuviera valor para suicidarme no lo haria? Pues si, sí que me quítaria de enmedio, porque ¿para qué quiero ya mi existencia? Soy viejo, muy viejo, ¡tengo sesenta años! mi naturaleza se debilita cada dia más, y cuando menos me lo figure caeré en el lecho para no levantarme nunca. ¿Quien me cuidará entonces? ¿Quién si mi agonía se prolonga estará á mi cabecera para prodigarme los cuidados que necesita un moribundo?... ¿No sería mejor privarme ahora de la vida, antes de verme morir solo, abandonado de todo el mundo? Señores: el suicida, repito, es digno de merecer otro concepto más elevado que el que ustedes se figuran. Conozco una historh que viene al pelo para corroborar mis creencias... — Que la cuente, que la cuente — exclamaron á coro varios concurrentes. —Vamos, D. Gervasio — dijeron otros. Y el buen señor, limpiando con el pañuelo los cristales de sus gafas, prosiguió de este modo, intercalando las oraciones de breves pausas: — Erase un joven derrochador y dispendioso, aunque sin tener nada de Roshtchild. Desempeñaba la teneduría de libros de una importante casa de comercio, y gracias á esto vivía con relativa holgura. Los malos amigos ó amigos malos, de que siempre están rodeados todos aquellos séres que tratan con desprendimiento la plata, le inducían de continuo á cometer miles fechorías, que, una vez consumadas, pesaban sobre la conciencia del joven como el plomo, porque bueno es advertir que nuestro calavera se arrepentía de sus actos como el que más. Obraba sin conciencia de lo que hacía, pero una vez realizados sus antojos, ó, mejor dicho, los deseos de sus camaradas, deploraba sus faltas y se prometía á sí mismo la enmienda de sus pecados; pecados que en contra de sus propósitos no corregía por no diferenciarse de los demás mortales... Un dia, la casa que representaba le confió el pago de una fabulosa letra, y nuestro joven se la jugó inicuamente, perdiendo hasta la última peseta de las veinte mil que poseía. El remordimiento se apoderó de su alma; buscó el medio de reponela mencionada suma, y no hallándolo, disparóse un tiro que le atravesó las sienes, no sin abrir antes el balcón de la casa de huéspedes en que vivía y dejar un sombrero sospechoso en medio de la habitación en que moraba, dando á entender con esto que había sido víctima de un asesinato por robo. Y, efectivamente, cuando el juez se personó en el lugar del suceso y vio todos los muebles en desorden, aquellos muebles que desconocía la