Caro pagó su capricho. Bien pronto su fama de buen muchacho, atento y cortés, cayó por el suelo, y los amigos aseguraron que se había vuelto oro-ulioso, tonto intratable; las señoras le tacharon de grosero é insaciable, y los que le disculpaban afirmaron que se había vuelto loco. Y en verdad que su pecado era bien pequeño. A tener valor, muchos hubieran obrado como éi; pero saben que el anatema de la sociedad caería sobre ellos al querer proclamar su libertad, aunque ésta no redunde en perjuicio de tercero, porque es sabido que desde que venimos al mundo, alardeando de libertad de pfnsaraiennto y de acción, somos unos desgraciados. Prometeos encadenados á esa roca que se llama sociedad, y ¡hay de aquél que quiera romper sus cadenas! Como Enrique, sería calihcido de loco. La amistad no nos perdona nu stras faltas, como madre amorosa, nos las castiga como el déspota al esclavo. Luis GONZÁLEZ CANDO. EN LA REDACCION Francament9(sena cosadedesterniüarse de risa, si no se tratase de un- asunta demasiado serio, ia muletilla que usan ahora algunos periódicos de que ei Gobierno se propone llevarnos á una paz deshonrosa y humilianle . Ningún ministro ha hablado'hasta ahora de pacto alguno de paz; muy a! contrario de eso, varias veces han declarado que no era llegado todavía el momento dé hacer gestiones en tal sentido, Pero, aun cuando asi fuese; aun cuando, realmente procurase el Gobierno gestionar la paz, ¿de dónde sacan esos sabios de pacotilla, esos ffiósofos cursis, que esa paz áería deshonrosa y humillante? ¿Conocen yá esos sapientísiiTfos doctores, las bases de esa paz, las condiciones bajo las cuales habría de pactarse entre las partes belige. rantes, para dar por sentado que es una paz denigrante y bechornosa? Comprendemos que haya deseo de hacer oposición al Gobierno, que ha>a verdadero prurit:> de censurar Sus hechos. Lo que nn comprenderno ni tiene explicación .posible, es que se lleve la oposición aj extremo de las censuras por hechos que el Gobierno no ha realizado, y sin que se sepan ¡as condin- nes en que habrían de verificarse 'caso dé que pensase en llevarlos á la practica Y, no solo ijy !a prensa de Madrid, que pretendr ser la llamada á dar la pauta de íiconducta de toda clase de Gobiernos; S dt provincias también se viene apeen la . ' ■ j i • lando" a v'>sa u^u61"3 tonta de hacer oposición ^ensur.',rK,40 ¿ los minlstros Por esa paE huraillcinte, ^ no salmos se haya firmado per los repintantes de España y de los Estados Unidos ó--^ En buena hora que crean tar^S periódicos que debemos continuar guerreando ha^ta la consumación de los siglos Esa opinión podrá ser tan respetable como la de los que creen que debe irse á la paz Mas, lo que no pasa, loque m puede tole: rarse, lo que hubiera movido á risa si el asunto no fuese tan grave, es el que nos vengan predicando la guerra cuatro prójimos que no dan nada para ella, ni su dinero, ni su persona, y que, por lo visto encuentran muy cómodo que los demás se bata»i; mientras e'los están muy á gusto en su casa. Y entre^í^os buenos prójimos, alguno hay en PontevMra que opina de esa manera; es decir, qué-deben batirse los demás; que deben los dfe^ás dar su dinero ó su sangre; que debe arh*inarse el industrial por la paralización de lovtrabajos en las fábricas; que debe concluirses¿|curnercio y agotarse nuestro eré litPi y qt*£ deben ir á la guerra los hijos del vecm¿^ ¿Por qué? Pues muy sencillamente: porque ellos no dan un céntimo para sostener Ja guerra; porque ellos no dan hijos para ir á la manigua; porque ellos tampoco tienen crédito alguno q.je perder, Y entre esos egoístas que así piensan, están los confeccionadores de cierto periódi-o local, que en su último numero, da cabida á un artículo en que se habla de patriotismo, y de la conveniencia de que la guerra debe durar... hasta que á ellos se les antoje, Pero, ¿as que ese periódico cree que ¡as guerras se hacen sin dinero, se hacen sm gente que. coja las armas y vaya á la pelea, ó es que cree que eso deben hacerlo los demás tan solamente? Aquí el único que tiene derecho á hablar de guerra, es el que da los auxilios que se necesitan, en la medida de SL.S fuerzas. Y, ¡vive Dios! que sería curioso averiguar que clase de auxilios ha dado, ó piensa dar, el colega loca! que viene echándoselas de patriota nada más que de boquilla Y nos habla deZaragoza.de Gerona, de Covadonga. las Navas, Sagunto, San Quintín y Bailón Pero, con franqueza, estimado colega, ¿crée V. que en esos pueblos, que cita como gelpe de erudición barata, se hizo la guerra con los que se batían, o con los que se quedaban en casa? ¿Crée V. que en esa raza española de que con tanto tono nos habla, se comprenden también los que no hac an sacrificio alguno por la patria? Si: es muy bonito, es de mucho tono hablaros de la raza espar.oía que peleó siete siglos (hay quien dice que fueron ocho, hermano) contra los árabes. Pero, medrados estaríamos, si esos que pelearon tanto tiempo, lo hicieran como el colega; es decir desde la mesa de una redacción, y con el bolsillo cerrado. ¡Ya lo creó! así es muy fácil echarlas de patriotas! Así es muy cómodo que duren las guerras, viendo los iorvs desde la barrera, mientras los hijos del vecí ib van á luchar, y se mueren de hambre los* obreros por falta de trabajo. Así es muy bonito hablar gordo contra el Gobierno y censurarle por actos que no ha realizado; así es muy cómodo gritar ¡Fiva Bspaiial desde las cajas de una imprenta. Lo que al colega no le parece tan bo- . nito, seguramente, ni tan cómodo, que España, para vivir realmente, le pida auxilios. ¡Ah!. . . 'esos que los dé el vecino de enfrente, y. el de al lado Esos que los dé el industrial, el agricultor, el modesto comerciante, el obrero, todos .. . menos su señería. Rebajamtenio di caracteres, titula el aludido periódico el artículo citado Y, efectivamente, los grandes caracteres son únicamente los que piensan que debQ. continuar la guerra, porque ellos nada ponen en juego. Graciosisimo\ LO DEL DIA (MMS DE GLOilft Los telegramas que publicarnos en nuestro extraordinario de ayer, y losque seguramente vendrán para nuastra sección telegráfica de hoy, y que desconocemos á la hora de escribir estas líneas, prueban una vez más de un modo evidentísimo el admirable heroísmo del valiente y sufridísimo fjército español que combate en Cuba por la honra Je la patria. Ni la superioridad numérica del enemigo, ni el hecho de caer herido el heróico y bizarro general Linares al frente de sus tropas, han bastado á desconcertar ni un momento el esforzado denuecío de aquellos aguerridos soldados que en jorruda sangrienta han combatido y siguen combatiendo en defensa de Santiago de CULNÍ. Hemos llegado ya al período álgido ufi la lucha; estamos en los momentos críticos que tan poderoso influjo han de ejercer en ei término de esa guerra inicua á que nos ha provocado esa nación jamás ¡o bastante odiada por los que tengan noción de lo que es nobleza, y la confianza absoluta, de la que jamás nos separaremos, que nos merece nuestro admirable ejército! asombro de todas las naciones, no nos hará vacilar un momento en loque damos por Emitido desde el comienzo de esa guerra. PodH vencernos el enemigo; pero ha de ser, si ese Caso llega, tras de sangrientas jornadas, tras de una lucha heroica por nuestra parte, pero, jamás con una derrota vergonzosa impuesta por la cobardía o el desaliento, que nunca han sido conocidos por el soldado que combate teniendo ai fren.te la inmaculada bandera que lleva en su centro el escudo de León y de Gastilia. Las san grientas jornadas de Santiago de Cuba, h& n podido probar ya á la menguada naciera yankee, que no es tan fácil vencerla fiereza espmola; que no se conquista un paireo siquiera de nuestro territorio, sin castigar de modo tremendo, ia audacia de quie.n encomienda el logro de sus planes, á la feerza numérica en frente de la bravura de q ue es la única poseedora la patria del Cid y de Pelayo. Los supremos instantes en que nos haUamos no nos permitan hacer cálculos sobre contingencias futu.ras; no nos permiten mas que rendir un tributo de admiración profunda á nuestros héroes, que, sea cualquiera ei resultado de la \\ icha, saben sellar con su sangre las páginas de gloria en que se escribe la historia de nuestra patria; no nos permiten mas que tribu tar nuestra calurosa felicitación á un ejérci to que combate bajo la heróica dirección de un general que no abandona su espade, hasta que se dqb'a su brazo herido gravemente en el primer puesto del combate. Las jornadas sangrientas de ¡Santiago de Cuba, terminen por una victoria i, ó por una derrota para nuestras armas, tienen que ser y lo son, jornadas de gloria pv ra el brillante ejército de España, POR EL GLOBO Red telegráfica universal Calcúlase que la red telegráfica que cruza los ptíses en los cuales se er.iplea la comunicación eléctrica, alcanza á unos 7 goo.ooo kilómetros, sin incluir 300 000 que mi [en los cables submarinos . Ese total se divide Como sigue: América, 4.050 ooo kilómetros; Europa, ■2.810.000; Asia, 500.000; Australia, 3 50. 00 J y Africa 160007. Unidos los alambres que constituyen esas lineas, tienen la longitud suficiente para establecer veinte líneas telegráficas entre ia tierra y la luna. La raza de color en los Estados Unidos. El perjuicio contra la gente de color no parece próximo á desaparecer de los Estados Unidos, á despecho déla igualdad ante la ley de que gozan (por escrito) los ciudadanos de tez obscura. En Montgomery se acaba de construir una nueva estación para el alla vacante la plaza de Médico cirujano Ú 65 Ayuntamiento del Rosal dotada con r^00 pesetas anuales. Los inU cesados deben soliotarla dentro del plav -o de 30 días . Mejor infcu mados respecto á la epide mia variolosa ep Cangas, podemos ase gurar que, si í ^i60 cierto que hace un mes proximarm ocurrió algún caso, también lo es qu e ahora no se registra ninguno. Dispuestas por 1 ""l Sr Gobernador civil con plausible er. 'ergía y gran acierto, las medidas necesark s para evitar el desarrollo del mal, lógrele en poco tiempo normalizar la situación sanitaria de aquella villa. En el mismo Gobiern. 0 hemos podido enterarnos de que los pa.rtes diarios del alcalde di Cangas, ordemidos también por e! Sr. Llamas Novac, no acusan ni un solo caso de viruela. Dicen de Santiago: